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jueves, 8 de noviembre de 2007

El decálogo del buen mafioso II

Los mafiosos, entre ellos, se llaman 'uomini d'onore', hombres de honor. Aunque se maten y sean capaces de las peores atrocidades, se consideran parte de una sociedad exclusiva, con unas reglas propias, que les coloca por encima del bien y del mal. Son la 'onorata società', su cosa particular, Cosa Nostra. Incluso se denominan a sí mismos 'cristianos' y la proximidad con lo religioso, en el aspecto más folclórico, no hace más que adornar esta paradoja. El conservadurismo de la sociedad siciliana y la complicidad de muchos hombres de la Iglesia con la mafia han alimentado este peculiar sistema moral.

Por eso no es una sorpresa el descubrimiento de un auténtico decálogo, los diez mandamientos del buen mafioso, entre los papeles de Salvatore Lo Piccolo, el 'capo' detenido el lunes. Sí lo es que estuvieran mecanografiados en un folio bajo el título de 'Derechos y deberes', pues son cosas que maman desde niños.

Leyendo la lista puede sorprender la asombrosa ambigüedad, hasta el punto de la mojigatería, de unos tipos que viven de cargarse gente. No ir de bares, no engañar a la mujer,... Hay que rascar un poco para comprender que la base de estas reglas es la confianza.

En este mundo criminal fiarse del camarada es fundamental para que el invento funcione y sobreviva. Todo lo que implique doblez o falta de disciplina y fidelidad es una amenaza. En el aspecto familiar hay más razones. Una esposa despechada puede ir a la Policía.

Por eso no es rara la endogamia, mafiosos que se casan con hermanas o primas de otro, pues ya conoce el percal. Y es normal que un sicario pida permiso al jefe para casarse.

Últimamente, según escuchas grabadas el año pasado, las familias de EE. UU. mandan a sus chicos a Sicilia a pasar una temporada para que aprendan valores. Son varios los testimonios de mafiosos sicilianos que vuelven asustados de Nueva York por la ligereza y el exhibicionismo de sus 'primos' americanos.

En Cosa Nostra, la discreción absoluta y decir la verdad son reglas sagradas. Si no, el castigo es la muerte. Es muy fácil 'cagarla' y de ahí el estilo enigmático de las conversaciones entre 'hombres de honor', reflejado en los silencios y gestos de las películas. En la práctica, el precepto se traduce en no mentir. Como contó Buscetta, primer 'arrepentido' de Cosa Nostra y quien dio al juez Falcone las claves para comprenderla, «el mafioso vive en el terror de ser juzgado». Todos vigilan a todos.

Ritual

El honor es el aura de respetabilidad que tiene cada mafioso, porque obedece y se comporta como se debe. El ritual de iniciación es algo muy serio. Se quema una estampita, generalmente de la Madonna, y se pronuncia un juramento. Lo Piccolo también tenía un papel con la fórmula, similar a otras: «Juro ser fiel a Cosa Nostra. Si traicionara, mis carnes tienen que arder como esta imagen».

Sandro Lo Piccolo, hijo del capo, tenía en los bolsillo diez imágenes de santos y crucifijos. Además de la superstición, algo habitual entre mafiosos, quizá iban a servir para iniciar a nuevos cachorros. Encima de la nevera de la casa donde les arrestaron había un San Francisco con el niño Jesús en brazos.

El honor se acumula por obediencia y fiabilidad. La primera prueba es matar a alguien. Luego se va subiendo. Es escalofriante el relato del hombre que ejecutó uno de los más terribles crímenes mafiosos, el secuestro y asesinato del pequeño Giussepe Di Matteo. Era el hijo de 14 años de un arrepentido y estuvo secuestrado más de dos años, atado en un chamizo, hasta que fue estrangulado y disuelto en ácido. Lo que sintió su asesino fue esto, según confesión propia: «Hacía carrera, estaba tocando el cielo con la mano».

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